El Rastro: la alternativa más castiza de los domingos

Con 400 años de historia, El Rastro se ha convertido en punto de encuentro de familias, grupos de amigos y viajeros de paso. A su alrededor se encuentran algunos de los bares y tabernas con más tradición del viejo Madrid

Los consejos del concierge de NH

Comprar en El Rastro

Los puestos se dividen por calles especializadas: en las más cercanas a La Latina se encuentran los artesanos. En la calle Carlos Arniches se reúnen los vendedores de libros de segunda mano y antigüedades. La artesanía deja paso a muebles antiguos y piezas decorativas: hay que rebuscar para encontrar objetos únicos, pero la paciencia tiene su recompensa. 

La plaza del Campillo del Mundo Nuevo muestra el perfil más auténtico de El Rastro: cuchillería, ollas de barro y herramientas. Los vendedores organizan auténticos shows para atraer compradores. Aquí es donde los habituales aprovechan para tomar cañas o comer algo. Para acertar sólo hay que unirse a las colas que se forman a la puerta de las tabernas más solicitadas. En el Bar Santurce (Calle de las Amazonas 14) puedes comer unas deliciosas sardinas a la plancha; en el Capricho Extremeño (Calle de Carlos Arniches 30) unas tostas que no olvidarás y en la Cervecería Arganzuela (Calle Arganzuela, 3), los mejores boquerones en vinagre de toda la ciudad.

El Rastro: un mercadillo que creció con Madrid

"Una dos y tres, una dos y tres, lo que usted no quiera para El Rastro es", canta la copla popular. El Rastro nació en 1740. Está ubicado cerca de lo que antiguamente era un matadero. Se dice que trasladando las reses desde las curtidurías se formaba un rastro de sangre que dio nombre al mercado. Otros aseguran que Rastro significaba carnicería en el siglo XVI. Hoy El Rastro es mucho más que un mercado al aire libre: es una forma de vivir la mañana del domingo. 

Se puede llegar en metro desde la Latina o Embajadores. Los puestos están abiertos desde las nueve de la mañana a las tres de la tarde. Lo mejor es llegar temprano y no tener prisa: recorrer las plazuelas y calles del barrio parando para tomar algo. 


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