1. Los tres grandes templos de la ciudad
Comenzamos por Notre-Dame de la Garde, una de las mejores cosas que ver en Marsella. Esta basílica, conocida popularmente por el nombre de Buena Madre, se halla en la colina de Nuestra Señora de la Guardia y es el principal símbolo de la ciudad. Con una historia que data del siglo XIII, con su capilla y su fuerte, son ejemplos sorprendentes de la evolución de la arquitectura local a lo largo de los siglos, cuyos llamativos murales y hermosos mosaicos son parte de la identidad marsellesa. Sus paredes son de mármol, y el campanario aparece coronado por una gran escultura recubierta de pan de oro. Te recomendamos llegar hasta aquí en el trenecito turístico, pues hay que subir un serpenteante camino que puede resultar cansado a pie. ¡Este plan familiar en Marsella encantará hasta a los más pequeños!
Por otro lado, está la Catedral de Santa María la Mayor. Se levantó para hacer patente la bonanza de la ciudad durante el siglo XIX, ya que se divisaba desde los barcos que se aproximaban al puerto. Puede llegar a albergar hasta 3.000 personas dentro de su enorme estructura. Su construcción se prolongó durante 40 años. Está formada por dos iglesias, en las que se exponen reliquias que datan de los siglos IV y V. De inspiración bizantina, es la única de estas características en Francia.
Por último, cruzando la carretera principal, te espera una de las iglesias más antiguas de Marsella, Église Saint-Laurent de Marseille. Más de 600 años contemplan esta construcción, que constituye un auténtico viaje a la historia de la región.